Así describió su gol. "Cerré los ojos y disparé".
Un entrenador de porteros rara vez enseña a sus discípulos a moverse en el área, cabecear un balón a la red o controlarlo para seguidamente buscar el disparo a puerta. Lo normal es que si un portero intenta hacer cualquiera de estas tres cosas durante un partido no obtenga el resultado deseado. Si la pelota pasa cerca de la portería, podrá darse con un canto en los dientes. Por eso, cuando un cancerbero sube a rematar un córner en el último minuto y logra marcar gol, lo normal es que los aficionados celebren su acción como algo fuera de lo común y admiren la hazaña durante los años venideros.
Os pongo en situación. Corría el minuto 91 en el minúsculo Woudenstein. El Excelsior, metido de lleno en el pozo de la Eerste Divisie desde que arrancó la temporada, iba camino de sumar su duodécima derrota en liga. Llevaban desde el principio del partido con uno menos, habían encajado un gol hacía escasos 3 minutos y estaban a punto de perder 1-2 a manos del Dordrecht cuando el árbitro señaló saque de esquina a su favor. Entonces apareció en escena, casi por los pelos, Jordy Deckers, guardameta titular kralinger, para protagonizar la gesta que le perseguirá durante el resto de sus días.
Ni qué decir tiene que el partido terminó en empate a dos.
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