Dos días después de haber sido visto en Villa Park con su agente, su salida del club dirección Birmingham parece inminente. A sus 27 años le llega el "ahora o nunca" de todo futbolista, el penúltimo tren de su carrera. Las oportunidades llegan si se hacen bien las cosas, y él las ha hecho más que bien desde que se plantó en De Kuip allá por el 2006. Muchas cosas han cambiado desde entonces, empezando por su aspecto: liviano en su llegada procedente del AZ, tosco y musculado en su más que segura partida del Feyenoord. Su fascinante lentitud ha sido testigo, entre otras cosas, de cómo desfilaban una detrás de otra sus parejas de baile en el centro de la zaga hasta adueñarse del brazalete de capitán; de cómo salió indemne de lesiones que solo le permitieron disputar media temporada en dos años; e incluso de cómo, en la última campaña, el Feyenoord recuperaba su estatus en Holanda y se clasificaba para jugar la Champions.
"Todavía recuerdo, grabado en la memoria,
tu espíritu guerrero, tu alma luchadora"
El inclemente paso del tiempo, a veces, nos obliga a mirar hacia atrás con nostalgia y recuperar aquellos recuerdos que más nos agradan cuando ya no podemos disfrutarlos. El mío, delicioso como cualquier otro, se formó en De Kuip a principios de este año. Tras la histórica victoria del Feyenoord sobre el Ajax (4-2), al protagonista de esta historia le faltó tiempo para arrebatarle el micrófono al speaker y arengar al grito de "Super Feyenoord" a los 48.000 aficionados congregados aquel mediodía en el Stadion Feijenoord. Martins Indi le señalaba dirigiendo la atención del público mientras Clasie y el resto de compañeros sonreían incrédulos. Era él. Era Ron Vlaar, eterno capitán feyenoorder.
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